A hierro muere...
En su anterior película, Verónica, Paco Plaza se valía de varios elementos de la cultura popular de los años ochenta españoles— el juego Simón dice, los Héroes del Silencio, un jingle publicitario…— para entrelazar los tropos del género de terror con una suerte de mitología nacional pop que daba dimensión y carácter a una cinta que a partir de ahí se permitía homenajear con sabor propio a varios clásicos del cine de terror. Algo parecido hace ahora cuando en una de las escenas más poderosas de Quien a hierro mata uno de los narcotraficantes se aísla del mundo haciendo tronar al trapero Yung Beef en sus auriculares. Pero, de nuevo, Plaza no se queda en la cita e impregna a la película del inevitable pathos de lo gallego. Si allí hablábamos del barrio de Vallecas, aquí la historia transcurre en un pueblo costero de Galicia en el que el peso de los estragos que la droga causó en toda una generación se dejarán notar incluso antes de que se aluda a ellos explícitamente. También el zeitgeist del momento, con un sentir doliente que Luis Tosar encarna con convicción y sin estridencias, en paralelo a una trama criminal entendida bajo los mecanismos implacables de un capitalismo feroz del que no pueden escapar ni los propios narcotraficantes (¡atención al potente pasaje con la mafia china!). Tosar, auténtico héroe del thriller moral español, se pone en la piel de Mario, un ejemplar enfermero de una residencia de ancianos que verá cómo su mundo se resquebraja con la llegada al centro de Antonio Padín, el narcotraficante más poderoso de la zona. Comenzará entonces un perverso juego de intercambio de roles entre villano y héroe, víctima y verdugo, una dicotomía moral que Plaza se atreverá a llevar hasta sus últimas consecuencias, cerrando con un memorable plano final que es ya historia del género. Lejos del artificio catártico del thriller de venganza que ha popularizado en los últimos años Liam Neeson, la venganza, se nos dice en Quien a hierro mata, es una adicción que te consume y deshumaniza hasta dejarnos convertidos en «un cúmulo de líquidos» (sangre, sudor, lágrimas…). Thriller español del año por derecho propio, la contundente Quien a hierro mata nos confirma que Plaza es el autor de género más en forma de nuestra cinematografía. ¡Qué mal rato más bueno! MARÍA GONZÁLEZ