"Judy Garland no fue una víctima, sino una heroína"
El pasado enero, diecisiete años después de recoger un Globo de Oro por Cold Mountain, la actriz texana que una vez ostentó el título de novia de América por su interpretación de una treintañera patosa y vulnerable (Bridget Jones) volvía a llevarse el galardón concedido por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. Y es que, tras pasar años apartada de los focos, en una industria que adora los renacimientos su encarnación de una arruinada Judy Garland en sus últimos meses de vida no podía pasar desapercibida. Favorita también a alzarse con el Óscar, con Judy Renée vuelve a reencontrarse con ese Hollywood que la humilló y ridiculizó al mismo tiempo que la ensalzó, porque ¿quién mejor que ella para mostrar que puede haber oscuridad detrás del arcoiris?
¿Por qué encontraste irresistible el desafío de hacer Judy?
Sentía curiosidad por esta parte de la vida de Judy Garland, y quería comprenderla, porque para mí no tenía ningún sentido que una persona que había trabajado tanto tiempo a ese nivel, y que era célebre por ser extraordinaria, se enfrentara a dificultades financieras o le costara encontrar trabajo. ¿Cómo era posible que tuviera que estar lidiando con semejantes problemas al final de su vida? Y, a medida que empecé a entenderlo, mi empatía por ella creció y contar esta historia se convirtió en algo muy importante para mí.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de ella?
El mago de Oz. La pasaban siempre en Semana Santa, cuando todo Estados Unidos estaba sentado delante del televisor. Luego hablábamos de la película durante días.
En las escenas del club Talk of the Town cantaste en directo delante de un público. ¿Qué sentiste al hacerlo?
Podría mentirte y decir que cuando me lo propusieron me pareció fantástico y que no veía la hora de que llegara el día. ¡En realidad fue atroz y no me podía creer que Rupert Goold, el director, quisiera hacer eso! No me lo había dicho, ¡y me alegro de que no lo hiciera! Intenté convencerlo de todas las razones por las que no debería hacerse, pero ahora estoy muy agradecida. Rupert también es director del Teatro Almeida de Londres, y percibe algo en el intercambio que se produce entre el público y el intérprete. Quería que esta escena fuera una representación auténtica de la relación entre Judy y sus fans, y lo que ocurre entre ellos durante una actuación. Rupert no creía que fuéramos capaces de reproducir esto mismo en un estudio.
Al mirar atrás, ¿cómo te sientes ahora? ¿Y cómo te sentiste al cantar «Somewhere Over the Rainbow»?
En la práctica, fue una experiencia muy alegre y muy especial. No lo entendía, nunca había actuado en directo y ahora comprendo la fascinación de compartir e interactuar con el público. Estoy muy contenta. ¡Nunca hubiera probado estas cosas si no hubiera tenido detrás a Rupert azuzándome! En cuanto al momento de cantar «Somewhere Over the Rainbow», cuando ella la interpretó en ese momento de su vida... Si piensas en cómo evolucionó esa canción y la esperanza que encierra la letra... Si piensas lo que debió de significar para ella teniendo en cuenta sus circunstancias en ese momento, resulta muy conmovedor para mí. Nunca olvidaré haberla cantado, fue muy especial.
En una de las escenas basadas en la vida real, se muestra a Judy Garland siendo abucheada por no poder cantar. ¿Fue difícil rodarla?
Nunca perdí de vista que estábamos contando una historia. Pero en el momento de la filmación, resultó bastante chocante porque era muy agresivo, y pienso que una persona que había dado tanto de sí misma merecía algo mucho mejor. Sentía que era necesario mostrar esa lucha de manera auténtica, y eso reforzó en gran medida la empatía que sentía por ella. No sentí lástima, únicamente admiración. Además, cuando se habla sobre arte, no todo está a tu disposición, y hay días en los que ciertas cosas están fuera de tu alcance, especialmente si hablamos de usar la voz como instrumento. No es infalible, requiere muchísima dedicación y cuidados, y si de repente falla algo más en el cuerpo, la capacidad de manipular completamente el instrumento desaparece.
Judy murió a los 47 años, y tú tenías la misma edad cuando te empezaste a plantear interpretarla. ¿Te generó este hecho empatía?
Sin duda. Conocer la realidad de su conflicto fue realmente muy doloroso. Entiendo los calendarios de esta industria y sé que puede ser agotador, que puede suponer un desafío emocional y que puedes llegar a enfermar si no paras a descansar. También he comprendido qué se necesita para interpretar una canción que es una joya. Pero cantar una joya tras otra en una noche, sobre un escenario, una y otra vez, y luego volar, que es malísimo para la voz, y deshidratarte, que es malísimo para la voz, y luego no dormir y hacer frente a lo que sea que los barbitúricos te estuvieran haciendo, y luego sufrir desnutrición porque no estás comiendo... Y a pesar de todo esto sigues cantando. Me parece impresionante.
Tú también te tomaste un descanso de la industria.
No fue realmente un paréntesis, solo quise trabajar lejos de la cámara con el propósito de alejarme de cosas que no son demasiado saludables. Me refiero a que no es saludable llevar taconazos altos todo el día, no es saludable dormir una media de tres horas por la noche, no es saludable volar de un país a otro y vivir permanentemente en la carretera y no ver a tu familia. Lo hice porque quería volver a relacionarme de forma auténtica con la gente, no ser una persona famosa. Si eres un narrador de historias que intenta compartir algo relacionado con la experiencia humana, si no tienes ninguna experiencia, no tienes nada en lo que basarte. Ahora mis prioridades son otras, y una de ellas soy yo misma.
En otra escena de la película se ve a una joven Judy rodando El Mago de Oz. ¿Crees que fue una víctima del estudio en ese momento?
Es verdaderamente difícil negar que Judy tenía escaso poder de decisión en la trayectoria que otros estaban trazando por ella. Es preciso analizar lo poco que se sabía en ese momento sobre las consecuencias de las decisiones que la gente tomaba en su nombre, que ignoraban la drogadicción, el abuso psicológico y sus consecuencias físicas y emocionales, el efecto que tiene en el cuerpo, en la psique, en el desarrollo y todas esas cosas. Era imposible saber en ese momento qué estaban eligiendo para ella. Eran los años treinta, había cine y radio, y los estudios se dedicaban a producir iconos. Las películas nos unían y daban forma a la conversación y a la moda. Se adoptaban decisiones sobre qué es una buena vida, qué debíamos aspirar a tener o a ser... y formar parte de todo eso siendo una mujer joven, una estrella de cine, ¿qué no harías para mantenerte ahí? Esto era simplemente una faceta más del trabajo, y cualquier cosa que te ofrecieran como parte de los desafíos para ayudar a hacer las cosas más fáciles se consideraría una bendición, una ayuda. Por eso es difícil juzgar empleando los parámetros vigentes hoy en día. Ella no fue una víctima, sino una heroína, porque continuó superando esos desafíos para actuar durante mucho tiempo.
¿Crees que ahora la industria se está transformando?
Bueno, ya era hora. No creo que este abuso sistémico sea específico de la industria del entretenimiento. Imagino que hay oportunidades para el abuso que son únicas de esta industria, pero para las mujeres en cualquier entorno laboral a esto nunca se le había llamado «privilegio masculino», simplemente «las cosas funcionaban así». No puedo comparar la industria actual con las circunstancias con las que ella tuvo que lidiar en ese momento. Yo puedo reconocer algo que no es saludable para mí y puedo decidir tomar un rumbo diferente, mientras que a una niña no se le habría ocurrido necesariamente cuestionar a las fi guras de autoridad que la rodeaban y la «ayudaban» a realizar sus sueños.
Judy, de Rupert Goold, con Renée Zellweger, Rufus Sewell, Finn Wittrock, Michael Gambon.
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